Tres días, sí, tres días han pasado desde el inicio de clases presenciales en el establecimiento en que trabajo, cinco en varios otros de Chile. Y claro, se ha dado de todo en medio de una situación anormal, se dan herramientas para trabajar con dicha anormalidad. Creo que todos sabemos que el contagio está cerca nuestro si no extremamos las medidas de distancia e higiene. Esa actitud es externa y se puede controlar los parámetros de cuidado, pero no nos da certezas de no contraer dicha enfermedad, y que la vacuna no es la panacea para no contagiarse, sino que es garantía de no sufrir con los efectos más catastróficos de la misma, y es algo que me repito una y otra vez. Puedo caer enfermo, sí.
Pero hay otro enemigo, no de carácter externo, sino que es interior, que ha crecido y desarrollado sus capacidades sin que nos diéramos cuenta: vuelve a crecer la incertidumbre, ese miedo porque nadie me da la seguridad que, por ir a un lugar público en que hay interacciones cercanas y estrechas termine por contagiarme. Por seguridad varios papás han optado por no mandar a sus hijos al colegio porque estos lugares pueden ser vectores de contagio, porque no tengo el control de lo que hacen nuestros niños durante estas horas. Cosa que está pasando ahora en Chile es la presencia de casos en colegios, y su cierre preventivo por un determinado número de días para niños y funcionarios. Y eso está pasando al temor infundado.
En cinco días un establecimiento no pudo ser vector de contagio, esos niños o adultos venían ya contagiados de otra parte y manifestaron los síntomas en el tiempo en que tenían que volver al establecimiento educacional, el punto es que los colegios no estábamos preparados para lidiar con lo que es incierto. El error es pensar que dando herramientas externas se puede lidiar con el temor interno, se va a volver a tener temor e inseguridad, se va a volver a las preguntas de eficiencia y eficacia, creo que nunca se preguntó de verdad por el valor de la vida, del trabajo y de la familia. Se vio simplemente reducido todo a que los sistemas se mantengan en pie, que los hospitales no colapsen, que la producción se mantenga y que el país siga generando riquezas para unos.
Pienso en la incertidumbre que se da hoy, pero le tengo más miedo a la incertidumbre que se va cultivando paulatinamente y que tarde o temprano aparecerá en la conciencia de muchos ¿todo esto a quién le sirvió? ¿somos todos realmente valiosos?
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