Cada vez que veo este comercial de una compañía de telefonía celular ha sido una apología para aquellos niños y niñas que hacen preguntas "rosadamente obvias" y, que por darlas por sentadas como tales, como docentes no nos percatamos de su profunda belleza. En educación los profesores deberíamos vivir sin los prejuicios de estigmatizar este tipo de preguntas. Un maestro me decía: "No hay preguntas tontas, sino tontos que no preguntan". Gran acierto con su frase y sigo su enseñanza hasta hoy, porque lo que veo es que frente a las preguntas obvias, por ser de un carácter simplista, deben ser omitidas, casi de forma automática. No estoy de acuerdo con la generalidad, porque estamos cometiendo dos serios errores que no debería ir con nuestra labor educativa.
Una lectura creyente desde la educación