Los sistemas educativos exitosos actuales de los que se habla mucho en Chile parecen darse dos posturas o visiones:
La primera, todo un esquema canónico y dogmático en que el maestro ha sido preparado para que los estudiantes desarrollen -en un determinado tiempo- los objetivos, competencias y habilidades que se esperan; todo ello desde el principio concreto de las cosas hasta poder elaborar los conceptos y abstracciones necesarias para poder generalizar.
La segunda, inspira en los alumnos un sistema en que el desarrollo de los aprendizajes mediante objetivos y contenidos mínimos, dejando en un lapso de tiempo demasiado extenso que, por medio de la repetición y la ejercitación, los alumnos puedan desarrollar aprendizajes que se esperan que sean significativos.
En ambos casos, parece que no se da un espacio a la creatividad y al desarrollo de otro tipos de aprendizajes tales como el desarrollo de la creatividad y la educación en las emociones, junto con un aprendizaje de los recursos de Tecnología y Comunicación con sentido.
Los profesores tenemos un espíritu bastante inquieto sobre este tema, ya sea en uno de estos dos polos que se persiguen en algunas políticas educativas, tratan (a veces con éxito, y en otras no tanto) de trascender.
Si lo vemos desde el punto de vista de la educación en valores hay de fondo el deseo del docente de transformar la sociedad que viven cada uno de sus estudiantes; también en buscar y fomentar el espíritu creativo y no repetitivo de acciones significativas en clases.
Pero, ¿qué ocurre con los docentes que no han buscado un cambio en sus prácticas pedagógicas? Hay cierto límites que nos autoimponemos, fronteras en que nos hemos quedado y no hemos querido ir más allá.
Un hombre que habla acerca de un lugar, sin haber ido nunca allí, lo puede hacer en base a imágenes, relatos, historias, mapas y otras cosas que hacen que sea un erudito en el tema; pero si este hombre llegase alguna vez a conocer en carne propia aquel lugar del que tanto habla, todo lo aprendido va a cobrar otro sentido, uno más profundo, que ya no lo hará un erudito, sino que un sabio. Son a los sabios, y no a los eruditos, a los que escuchamos y sus enseñanzas quedan marcadas de por vida.
Esto mismo ocurre en los profesores, podemos ser expertos y eruditos en las planificaciones y estrategias, pero hay límites que deberíamos pasar y comenzar a:
- Desarrollar experiencias de investigación e innovación, no es necesario un año completo, sino que variar con algún curso, alguna práctica y ver cómo afecta esos cambios en el aprendizaje de sus alumnos, fomentando así la creatividad del docente y de los alumnos.
- Comunicar sentimientos y emociones, algo que antes se nos decía (evitar la transferencia de emociones), no nos va a hacer personas débiles, sino que nos van a hacer más humanas nuestras enseñanzas. Los estudiantes no son una tabla rasa, sino que son un cúmulo de emociones sin canalizar de manera adecuada, el asombro, el amor, la alegría y la frustración son tan humanos, pero tan poco aprendidos en las relaciones entre pares.
- Capacitar en innovación de recursos tecnológicos, un teléfono celular va más allá de los datos, puede comunicar experiencias, transmitir ideas y crear grandes aprendizajes ¿por qué tenerles miedo y sancionar? Los podemos tener como aliados en el proceso de desarrollo de nuestros propios objetivos para la clase.
Todo esto puede ser posible siempre y cuando haya una buena disposición a no tener miedo y que el camino es tan importante como la meta, a veces cuando vamos a una determinada dirección no nos damos cuenta de lo bello que es el camino que estamos recorriendo.
Imagen "We begin by charting a course" pertenece a: Dunechaser en Flickr.com
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