Hace ya un tiempo atrás me encontré con un artículo presentado en el diario La Tercera que comentaba que los niños en edad preescolar que tienen acceso a la educación temprana poseen un alto porcentaje de éxito en su vida adulta. Puede parecer novedoso, porque se ha hecho hincapié en el fenómeno del desarrollo lingüístico y social que tienen los menores, en especial cuando hablamos de procesos de socialización, aprendizaje colaborativo y resolución de conflictos. Mas, es para pensar que los niños que viven una estimulación guiada pueden desarrollar mejores habilidades de aprendizaje y también de resiliencia.
Por otra parte, este tipo de artículo no debería ser sorpresa para los educadores atentos a las experiencias vitales de los menores, hay varios niños que pueden descubrir un sinfín de posibilidades de aprendizaje, cultivar su creatividad y de aprender de manera diferente, siempre y cuando tengan la suficiente estimulación de su entorno, principalmente cuando tienen a alguien que los motive a procurar ese mundo de constante aprendizaje. Es distinto que un niño aprenda a jugar fútbol por cuenta propia a querer aprender a jugar junto a su padre.
En mi experiencia personal el mundo de las matemáticas y el de la fe han sido producto del ejemplo de mi padre quien siempre me planteaba problemas para poder resolver (no estoy hablando de fórmulas, sino que de situaciones de vida, que me obligaban a plantear cuál es el problema y qué soluciones posibles podrían darse), y en el caso de la fe la congruencia de la vida con las creencias. Creo que tales ejemplos han sido más fuertes que cualquiera de las cátedras que he escuchado durante toda mi vida, eso que mi padre simplemente salió de Sexto de Humanidades.
Hoy en día los docentes estamos cumpliendo junto con el rol de profesor, el papel de dar ejemplos de vida, de motivaciones para activar la creatividad de los niños. No basta con sólo proponer situaciones de vida en la clase, sino también que la vida sea siempre una situación de aprendizaje. Ocupo intencionalmente el término situación, como el lugar en que suceden y se desarrollan ámbitos (espacios de creatividad y de diálogo). El querer aprender por el hecho de adquirir conocimiento puede ser un sentido, pero eso no hace que el ejemplo sea significativo, para que sea así tiene que haber alguien que le dé sentido a tal experiencia de aprendizaje; los profesores pueden tener las últimas tecnologías, pero si no le damos un sentido de aprendizajes los alumnos las verán como simples herramientas para una circunstancia, pero ¿cuántos de nosotros le damos un sentido y significado educativo que quizá deslumbre y sorprenda a un niño?
La fuerza que tienen los ejemplos van más allá de las palabras, va de la mano de actos que tienen y cobran un sentido, y que cada vez que se vuelven a realizar más se fortalecen. Nuestras acciones trascienden las aulas y dejan marcados a nuestros estudiantes que alumbran su vida con los ejemplos que les hemos dado.
Imagen: Teacher and Students de connectedclass
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