Recientemente en los medios de comunicación chilenos (reflejo también de lo que está ocurriendo a nivel global) se han dado experiencias de cómo los ciudadanos han manifestado su rechazo a actitudes cobardes y de maltrato a las minorías. Estoy de acuerdo con que ello se tiene que visualizar para tomar conciencia de los hechos que nos afectan como sociedad en su conjunto. El tema es que existe un problema (quizá sean dos) serio y grave con esta forma de actuar: A cuál le damos prioridad para que sea conocido; quizá parezca algo sin importancia, pero sí es serio. En realidad toma seriedad al momento de decidir cuál se hace visible y cuál queda relegado a un segundo plano por la energía con que se lleva a cabo el hecho de darlo a conocer. Hoy la redes sociales son más reactivas que reflexivas, casi sin leer todo el relato nos enfrentamos a decidir si compartimos inmediatamente o no, pues estamos delante del dilema de hacernos cómplices con la omisión o de ponernos del lado de la víctima aquí presentada. Aparece aquí la cancelación del tiempo para juzgar los hechos y tomar una decisión clara y objetiva.
Junto con el momento de tomar dicha postura comienza el juicio digital de las redes, es muy cómodo detrás de la pantalla, porque da cierta protección a la réplica del acusado, a comentar. Mejor dicho es el momento del insulto, ya no por el acto cometido, sino por las conclusiones que salen de los mismos comentarios, no se mira ya a la persona como ser humano, sino como un objeto a ser analizado, quien era persona pasó a ser un personaje. Tenemos aquí la cancelación de la dignidad del acusado, sólo queda la argumentación de decir que sus víctimas también perdieron su dignidad cuando las trató así. Una pena ese tipo de razonamiento, pues si hacemos lo mismo que el acusado, no somos mejor que él, es más somos peor, pues aplicamos una fuerza que es colectiva y violenta.
Para finalizar este breve análisis, puede que las personas cometamos errores, que dependiendo de nuestras responsabilidades tengan un mayor peso y gravedad en nuestros actos, y de ahí también la forma en que debemos de actuar al nivel de la autoridad que detentemos en el momento. Hoy lamentablemente el mundo de la educación fue cancelado por los nuevos derechos, de hecho ni siquiera podríamos hablar de cultura, porque tenemos las manos atadas a expresar con libertad aquello que es bueno, bello y verdadero. Hace un par de semanas estaba viendo un extracto de un capítulo de “Merlí, Sapere Aude”, donde hablaban que hay que separar la obra del artista… un dilema ético, y si en Chile se hiciera funa a autores de la talla de Neruda (no quiero extenderme más, un poco de investigación daría razones para no leerle en clases), u otros cuya vida no fue éticamente correcta del todo.
Si algo que he aprendido durante estos años es que se juzga a los hechos y a las personas que cometen dichos actos, y no al revés. Que la persona es inocente hasta que se demuestre lo contrario, y que las evidencias que se entregan tienen que ser conocidas por todos y todas.
Aquí tenemos la tercera cancelación, la más dolorosa y peligrosa, la más poderosa y silenciosa, se cancela la humanidad del que es acusado, se le mira como un monstruo, como un ser asqueroso, que debe ser sacado del conjunto de la humanidad, al arrancarle su rostro simplemente es una entidad, como si no tuviese familia, pues es detestable. Muchos no conocerán la película “El Hombre Elefante”, del año 1984 dirigida por David Linch y protagonizada por Anthony Hopkins, pues se las recomiendo, es el mejor reflejo de la cultura de la cancelación, pues hemos hecho de la fuerza del juicio público digital un espectáculo de morbo y dolor a costa del dolor de víctimas en las redes sociales, sesgadas digitalmente y que nos llevan a un espectáculo que quiere que nos quedemos dentro de este circo de fenómenos, olvidándonos que son otro como nosotros. John Kennedy decía que “hoy puedo ser yo la víctima, y que mañana puedo ser yo”, ¿por qué no pensar, quizá, que hoy puedo yo ser presentado como el agresor, y que mañana puedes ser presentado tú?
Vivamos siempre buscando el bien obrar y el bien hablar. Así nadie será cancelado.
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